Se trata de la forma de denominar a la muerte de una estrella mucho más masiva que nuestro Sol, sea por la causa que sea, aunque lo más común es que agote el combustible del que está formada. En ese momento, cuando la energía interna ya no puede contrarrestar a la aplastante gravedad que la comprime, en pocos segundos hace implosión, colapsando catastróficamente. Esto produce que la estrella libere sus capas exteriores y las lance a miles de kilómetros por segundo, lo que normalmente se identifica como una explosión. Luego de este proceso, los remanentes (los “restos” que quedan tras la explosión) son elementos pesados que eventualmente forman nubes de polvo y gas, e incluso nebulosas, lo cual posibilita la formación de otros planetas y estrellas. En cuanto a lo que queda de la estrella, dependerá de la masa que tenía originalmente: una estrella de 8 o 10 veces la masa del Sol acabaría como una estrella de neutrones, pero si su masa es mucho mayor puede convertirse en un agujero negro. Esto último tiene sentido si suponemos que la estrella se comprimió hasta adquirir demasiada densidad. Las estrellas con mucha menor masa no pueden desarrollar una supernova, sino que mueren de una forma mucho más lenta y silenciosa.